Nuestra experiencia en Alannia Resorts El Prats

El verano pasado, embarazada de Alonso y sin vacaciones, me prometí que este año haríamos un viaje memorable. Memorable ha sido el verano, sin duda, y nunca imaginamos planear nuestras vacaciones en medio de una pandemia mundial. Dada la situación, este año decidimos hacer turismo nacional, por aquello de ir en nuestro coche sin mezclarnos con nadie en trenes o aviones. Además, a la hora de elegir alojamiento en la playa, pensamos que lo mejor sería hacerlo en un bungalow. Así, si veíamos que las piscinas tenían turnos o las playas estaban llenas, los niños podrían jugar en el patio de nuestro alojamiento en vez de estar encerrados en una habitación de hotel. 


Como ya habíamos leído maravillas de Alannia Resorts, decidimos visitar El Prats por estar a pie de playa (porque de esa manera podíamos ir cambiando de playa a piscina sin coger el coche depende de cómo viéramos la situación).


Voy empezar hablando del alojamiento: el bungalow. Nosotros elegimos su bungalow Mikonos, que en sus 36 m2 cuenta con salón comedor con cocina, dos habitaciones (una con litera triple y otra con cama de matrimonio) y dos baños (uno en cada habitación). El alojamiento tenía todo lo necesario para pasar unos días, desde aire acondicionado en salón y habitación principal hasta toallas y sábanas pasando por lavavajillas, kit de limpieza, radiadores secadores en los baños, menaje, tele, microondas, cafetera italiana... Además, teníamos un pequeño porche con mesa, cuatro sillas y dos tumbonas. En general no echamos nada en falta, aunque en la encuesta post alojamiento sí les indique que, para redondear la experiencia, cada bungalow podría tener un tendedero exterior en el lateral (para colgar los bikinis y las toallas al volver de la playa) y una ducha exterior para quitarnos la arena antes de entrar.

En sí, todo estaba muy limpio cuando llegamos y, aunque tuvimos que solicitarlo varias veces acudiendo a la recepción porque no terminaban de llevárnoslas aún habiéndolas pedido al hacer la reserva y al llegar y realizar el check-in, incluso nos prestaron durante nuestra estancia barreras para las camas de los niños sin coste alguno. 


En cuanto al camping, la verdad es que tiene de todo. Empezamos por la oferta gastronómica, donde las opciones son súper variadas: supermercado, buffet, restaurante a pie de playa, bar en la piscina y opción de pedir comida para llevar. Habréis visto en algunos stories de varias influencers este verano que llevaban la comida preparada a las parcelas, pero cuando preguntamos nos dijeron que habían deshabitado esta opción (imagino que por la situación actual). Nosotros fuimos con una promoción de media pensión, pero os diré que si no está habilitada no os merece la pena. La variedad del desayuno estaba bien pero las cenas se nos hacían pesadas. Al fin y al cabo, no es como antaño, que te levantabas y servías solo en el buffet. Ahora necesitan personal más dedicado y eso hace que tengan que aprovechar recursos y simplificar. Echamos en falta platos: más oferta de verduras, cremas y carnes y pescados sin rebozados, salsas o guarniciones de arroz o pasta. Todas las noches veíamos una primera parte del buffet con las mismas patatas fritas, arroz macarrones, por ejemplo. Como el buffet en sí no era muy extenso, tenías que ser algo imaginativo con las guarniciones para no repetir demasiado. Nosotros estuvimos tres noches, pero imagino que en alojamientos más extensos se hace tedioso.


Hablemos de la playa y la piscina: tardábamos tres minutos a pie en llegar a cualquiera de ellas. El camping está a pie de playa y la verdad es que daba gusto ir con tu sombrilla y tu bolsa con los peques sin tener que coger el coche y poder volver al bungalow ante cualquier imprevisto (pañales insuficientes, snacks o que se te hubiera olvidado el agua). La piscina, por su parte, funcionaba con turnos que escogías a través de la app del camping. Podrías disponer de dos turnos de hora y media al día, ya fuera ambos en horario de mañana, de tarde o uno en cada franja. Una vez que el turno terminaba, desalojaban el recinto, desinfectaban y volvían a dejar pasar a la gente a su hora. Llegabas, dabas tu DNI, comprobaban que tenías reserva y a disfrutar. En este sentido, el servicio era estupendo. 

Y por último, la animación. Quizás si os metéis en la web digáis "madre, si me cuesta ir de camping lo mismo que ir a un hotel". Bueno, recordad que éste camping está a caballo con lo que conocemos como un resort por los servicios de los que dispone. Y uno de ellos (además de todo lo que os he contado antes es la animación). A través de la app de Alannia podíamos ver las actividades del día. Ya fueran talleres para los pequeños, clase de Zumba para los mayores o Aquagym en la piscina. Por las noches, la fiesta comenzaba con una discoteca para los más peques donde los animadores lo daban todo, seguía con una actividad para todos (concursos, juegos de preguntas...) y terminaba con una actuación. Nosotros hemos visto  actuaciones de magia, musicales... ¡Martín estaba encantado con lo de que llegara la noche! Se ve que los animadores le ponen ganas y eso se agradece. No vas a ir a un espectáculo de la Gran Vía pero vas a pasar un gran rato.

Y ahora sí, ¿qué hay de esto de viajar con un virus en el ambiente? Pues con sus luces y sus sombras. Como os digo, había aspectos muy cuidados, como la limpieza de la piscina, la separación entre tumbonas, los turnos para bañistas, los dispensadores de gel en zonas comunes, la limpieza o la ocupación del restaurante. No voy a decir nada en cuanto a los campistas, porque si bien en general llevaban la mascarilla bien puesta, siempre había alguna nariz asomando. Pero es porque somos idiotas, no por culpa del camping. Sin embargo, hay algunos puntos en los que creo que deberían trabajar:
  • Wind cat, el chiringuito de Alannia El Prats: Una vez que nos registramos, pudimos pasar la mañana en el camping aunque no nos dieran el bungalow hasta las 16.00 (incluso podíamos reservar turno de piscina). Nosotros decidimos pasar tiempo en la playa y luego comer en Wind cat. Durante el tiempo que duró la comida pudimos ver desde camareros con la nariz fuera hasta cocineras (porque la cocina se veía desde fuera a través de un ventanal enorme) con la mascarilla en la barbilla. Primera mala impresión. No obstante, como no se nace aprendiendo, cuando fuimos a por nuestras pulseras a recepción (las que nos permitían entrar en el bungalow sin llaves), se lo hice saber para que pudieran tomar medidas y cambiar esto.
  • Animación en piscina: Creo que habría que darle una vuelta de hoja a las actividades. Estás en la piscina, llegar el animador a ponerle ritmo y a hacer bailar a todo el mundo en la piscina grande y... ¡lo consigue! Esto hace que, por mucho que quienes hacen la actividad bailen a metro y medio, la piscina quede inutilizada para nadar o moverte. Cuentan además con una piscina infantil, con dos toboganes y con una para mayores de 16 años con chorros y demás, pero si lo que quieres es nadar o prescindir de la piscina "de mayores" tu turno se queda un poco corto. Así mismo, si un animador (bueno, o animadora) de pronto llega a la piscina (donde la gente del agua no llega mascarilla) y sugiere un juego en el que encestar una pelotilla en un vaso y para eso pide que la gente se ponga en fila en un espacio reducido... pues no hay espacio. En las filas la gente se amontona sin medidas de seguridad. Y ojo, que esto pasa por dos cosas muy sencillas: recordar a todos los que quieran participar que sin mascarilla no se participa o cambiar de juego o zona.
  • Animación nocturna: Aquí la cosa se complica, pues los menores de seis años no tienen obligación de llevar mascarilla (y los menores de 3 incluso la tienen desaconsejada) peeeeeero, pones a todos los niños a bailar a pie del escenario e incluso les pides que animen a sus padres a unirse... No way. Si bien en este punto, cuando en los juegos algún adulto subía al escenario sí se le recordaba el uso obligatorio de mascarilla, lo de ver a animadores con ella era más extraño. Quizás en medio de un musical sea más difícil (aunque yo soy partidaria de que hasta los tertulianos en Telecinco la lleven), pero en un concurso de preguntas y respuestas donde solo vas a sostener un micrófono... pues sería aconsejable. No hablo ya de la seguridad de los campistas o de la buena impresión que puedas dar, sino de la propia salud de los animadores. Al final, como decía, se trata de buscar actividades que si bien no sean las de siempre, puedan cumplir con las normas. La nueva normalidad requiere nuevas vueltas de tuerca.
Y hasta aquí nuestra experiencia. En ningún caso quiero decir con estos tres últimos puntos que visitar Alannia se malo. De hecho nosotros volveríamos. Pero creo que es bueno que, ante un momento en el que varias me transmitisteis dudas y miedos, sepáis qué nos hemos encontrado en nuestras vacaciones. Tampoco quiero ensombrecer la labor de animadoras y animadores, que lo daban todo siempre e hicieron que peques y mayores nos divirtiéramos muchísimo. ¡Cumplen su labor a la perfección y se nota que en cuanto les ven llegar, la gente se viene arriba!

Como siempre, quedo a vuestra disposición a través de los comentarios del blog, del mail o de mis redes sociales. He intentado expandirme lo máximo posible tanto en las cosas que me gustaron como las que no, pero si os queda alguna duda que no os de corte preguntar. De lo único que no os puedo hablar es del Club infantil porque la vergüenza de Martin hizo que finalmente no se animara a realizar ninguna actividad guiada durante el día. Para todo lo demás, soy toda vuestra. De todos modos os he dejado un destacado en IG con todo lo que os fui contando por stories. ¡Espero que os sirva de ayuda!

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